El peso de las amenazas, el cansancio y el dolor parecían casi insoportables. Clara se sentó frente a la ventana, mirando la noche oscura, preguntándose si todo el sacrificio valdría la pena.
Pero entonces recordó a Lucía, allí, en coma, luchando por despertar.
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Con la ayuda de Teresa y el abogado, Clara presentó una demanda formal contra los cinco chicos y las instituciones que encubrieron el delito. Era la primera vez que alguien hacía algo así en Puerto Lirio.
Pero el sistema se defendía con uñas y dientes.
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Las audiencias se convirtieron en un campo de batalla. Los abogados de los agresores intentaron desacreditar a Diana, cuestionar su testimonio, y hundir a Clara en el desprestigio.
Pero la fuerza de la verdad era más fuerte.
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Una noche, Clara recibió una visita inesperada.
Iván Ortega, el chico que había ayudado con el video, apareció con lágrimas en los ojos.
—Quiero hablar —dijo—. No solo con la justicia. Quiero contar todo. No quiero seguir siendo parte de esto.
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El juicio comenzó.
Diana testificó. Iván confesó. Y las grietas en el muro de silencio se hicieron evidentes.
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Pero Clara tuvo que elegir: ¿seguir buscando justicia dentro de un sistema corrupto o tomar la venganza en sus propias manos?
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En un momento crucial, cuando todo parecía perdido, Clara decidió dar un paso que nadie esperaba.
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