Uno de los hitos más significativos de la política latinoamericana reciente cumple dos décadas: la resistencia al proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) (ALCA) alcanzó un punto de inflexión en la ciudad de Mar del Plata (Argentina) los días 4 y 5 de noviembre de 2005.
La jornada incluyó la realización de la Cumbre de las Américas 2005 y la denominada “Cumbre de los Pueblos”, donde desde gobiernos, movimientos sociales, sindicatos y pueblos originarios se expresó un rechazo mayoritario al modelo de libre comercio impulsado por los Estados Unidos.
Hoy, al cumplirse 20 años, conviene detenerse en qué se reclamaba, por qué tuvo impacto, qué logró y cuáles son las lecciones para el presente.
¿Qué era el ALCA?
El ALCA se planteaba como un acuerdo hemisférico de libre comercio —entre 34 países de América, excluyendo Cuba— cuya lógica era similar al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) pero ampliada al conjunto del continente.
Bajo su previsión se encontraban:
- eliminación de aranceles entre los países participantes.
- liberalización de los servicios, inversiones extranjeras y propiedad intelectual.
- una lógica de apertura comercial asociada al paradigma neoliberal predominante en los años 90.
Para sus proponentes, el ALCA implicaba una oportunidad de desarrollo; para muchos de sus críticos, significaba una profundización de la dependencia, la vulnerabilidad económica y la pérdida de autonomía política.
¿Por qué el “NO al ALCA”?
Existen varias razones que confluyeron para que el proyecto ALCA sea resistido por amplios sectores de la sociedad latinoamericana:
- Las consecuencias previas de liberalizaciones y reformas estructurales asociadas al neoliberalismo en los años 90 habían dejado economías vulnerables, producción debilitada y aumento de la desigualdad en varios países.
- Se percibía que el ALCA consolidaría un escenario de “uno para muchos”: una potencia (EE.UU.) con ventaja estructural frente al resto. Como recordó un participante argentino: “fue una especie de cancha inclinada: Estados Unidos arriba, los demás países abajo”.
- Movimientos sociales, sindicatos, pueblos originarios y gobiernos se articularon denunciando que el ALCA atentaba contra la soberanía de los países, los derechos laborales, los recursos naturales y la integración latinoamericana desde una lógica de cooperación democrática.
- El hecho de que en 2005, durante la Cumbre en Mar del Plata, se produjera simultáneamente una movilización popular —la “Cumbre de los Pueblos”— permitió visibilizar ese rechazo desde diferentes frentes, no solo desde las cabezas de Estado sino desde la sociedad civil organizada.
En ese contexto, la frase del presidente venezolano Hugo Chávez “El ALCA, al carajo” se convirtió en emblema de una resistencia simbólica que trascendió lo inmediato.
¿Qué ocurrió en Mar del Plata?
Los días clave fueron el 4 y 5 de noviembre de 2005. En paralelo a la Cumbre oficial de la Organización de Estados Americanos (OEA) en la ciudad de Mar del Plata, se reunió la Cumbre de los Pueblos con una participación masiva de organizaciones sociales. Se logró que el tratado del ALCA no fuera aprobado.
Las centrales sindicales argentinas recordaron que en ese momento se realizó un paro nacional convocado para apoyar la movilización social contra el ALCA.
Así, la jornada se constituyó como un momento simbólico de autonomía y resistencia continental.
¿Qué legado dejó a 20 años?
El impacto y el legado del “No al ALCA” pueden verse en varios ámbitos:
Político-institucional
- Se fortalecieron espacios de integración regional alternativos al enfoque neoliberal, como Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) o Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), aunque con dificultades y altibajos.
- Se abrió una fase de mayor protagonismo de los movimientos sociales en la agenda regional, con una articulación más continental.
Cultural y simbólico
- Quedó instalado el bloqueo al ALCA como símbolo de resistencia al dominio comercial-político exterior, recordando la posibilidad de articular las voluntades de los pueblos frente a los proyectos hegemónicos.
- También se reinstaló una discusión de fondo sobre soberanía, integración, modelo de desarrollo y la participación de los pueblos.
Limitaciones y desafíos no resueltos
- Si bien el ALCA como tal no se firmó, los países latinoamericanos siguen enfrentando vulnerabilidades estructurales: dependencia de exportaciones primarias, desigualdad persistente y nuevos tratados de libre comercio que plantean dinámicas similares.
- La integración regional no avanzó con la solidez esperada por muchos: tensiones políticas internas, crisis económicas y realineamientos geopolíticos han reducido el impulso de los bloques de integración.
¿Por qué es relevante hoy?
- – En un mundo donde se reconfiguran las alianzas geopolíticas (por ejemplo con la expansión de China como actor global en América Latina) es pertinente preguntarse cómo se inscribe la región en esos cambios tras 20 años del “No al ALCA”.
- – La cuestión de la integración regional, la soberanía económica, el papel de los pueblos y la justicia social siguen vigentes. El acuerdo ALCA puede no haber prosperado, pero los debates sobre comercio, apertura, dependencia siguen.
- – Además, la memoria de aquella jornada sirve como recordatorio de que los movimientos populares pueden incidir, articularse continentalmente y producir cambios simbólicos —aunque los desafíos de largo plazo no desaparezcan.
Conclusión:
Hace veinte años, América Latina vivió un momento de movilización y afirmación: el “No al ALCA” en Mar del Plata representó la expresión de un bloque formado por gobiernos, movimientos y pueblos que dijeron “basta” al modelo impuesto desde fuera. Ese momento dejó huellas —y también tareas pendientes. Como se señala en una reflexión reciente: "La enseñanza del proceso victorioso de hace 20 años fue la construcción democrática de la unidad de los movimientos populares por su liberación y soberanía".