Me dirijo a ustedes con una mezcla de indignación y decepción, que sinceramente, me cuesta poner en palabras. Este domingo pasado tuvimos una oportunidad única para ejercer nuestro derecho y responsabilidad cívica: las elecciones. Y, lamentablemente, una vez más hemos sido testigos de cómo muchos optaron por la indiferencia, no acudiendo a las urnas a votar.
Cada voto es una expresión de nuestra libertad y de nuestro compromiso con el futuro de nuestra sociedad. Cada voto es un pequeño, pero esencial, acto de democracia. Y, sin embargo, parece que algunos prefirieron quedarse en casa, ignorando la importancia de esta decisión. No puedo evitar preguntarme: ¿Qué fue lo que nos hizo tan desinteresados? ¿La comodidad de la rutina diaria? ¿El pensamiento de que "mi voto no cambiará nada"? ¿O simplemente la falta de conciencia sobre lo que está en juego?
En cada elección, hay algo en juego mucho más grande que una simple boleta. Hay una oportunidad para tomar el control, para influir en las decisiones que definirán el rumbo de nuestro país. Para decidir qué valores y principios queremos que nos representen. Y sin embargo, miles de ciudadanos eligieron quedarse al margen, dejando que otros decidieran por ellos. Este acto no solo es una falta de compromiso, sino una traición al mismo sistema que nos permite vivir en democracia.
Sé que muchos podrían argumentar que “no hay opciones que valgan la pena” o que “todos los políticos son iguales”. Pero eso no justifica la inacción. Si todos pensáramos de esa manera, ¿quién quedaría para hacer la diferencia? No se trata de votar por el candidato perfecto, sino de participar en el proceso, de ser parte activa de la construcción de una sociedad más justa y representativa.
Dejemos de lado las excusas y comencemos a valorar lo que realmente importa. No podemos permitirnos tomar a la ligera nuestra voz en este proceso. Cada elección es una oportunidad para mejorar, para avanzar, para transformar. Y si no aprovechamos esas oportunidades, estamos condenados a quedarnos donde estamos, atrapados en la inercia de la indiferencia.
Exhorto a todos aquellos que no votaron este domingo a reflexionar sobre lo que implica su decisión y a pensar en las consecuencias de no ser parte activa de este proceso. No se trata solo de ejercer un derecho, se trata de cumplir con una responsabilidad. Y esa responsabilidad es con nosotros mismos, con nuestras familias, con nuestra comunidad y con las generaciones futuras.
Es hora de dejar de mirar hacia otro lado. Es hora de que todos nos involucremos, porque solo así podremos construir el futuro que todos merecemos.

