En ocasiones tomamos responsabilidad de nuestro estado mental como si estuviéramos aislados de lo que nos rodea. Sin embargo, la salud mental es una combinación de factores psicológicos, físicos y sociales, que se encuentran en constante interacción.
Durante una crisis socioeconómica es frecuente el aumento de la ansiedad, depresión y el abuso de sustancias. Nos enfrentamos cotidianamente con inestabilidad laboral, aumento del desempleo, precarización y pérdida del poder adquisitivo. Es decir, nuestro dinero y nuestro trabajo ya no alcanzan, aumentan el estrés y la incertidumbre respecto a nuestro futuro, a la vez que disminuye la sensación de control sobre nuestras vidas. Entramos en una alerta constante. Sentimos que hagamos lo que hagamos no podemos cambiar lo que nos sucede, y esto nos deja paralizados e indefensos.
En este estado de desesperanza, tendemos a minimizar nuestras capacidades, focalizándonos únicamente en los riesgos y las amenazas posibles. Nos sentimos impotentes, y podemos quedar atrapados en lo que parece ser un callejón sin salida.
En estos momentos resulta clave contar con apoyo para redescubrir nuestras posibilidades. Reconocer nuestras redes de contención social, reconectarnos con nuestros valores, y reapropiarnos de nuestros recursos para proyectar nuevas alternativas.
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Imagen ilustrativa (Google) |