La deuda externa de Argentina sigue siendo uno de los temas centrales en la agenda económica del país. Con cifras que superan los 280.000 millones de dólares, este compromiso financiero representa una pesada carga para una economía que transita entre crisis recurrentes, inflación persistente y un crecimiento que no termina de consolidarse.
Según datos oficiales del Banco Central de la República Argentina (BCRA), al cierre del segundo trimestre de 2025 la deuda externa total –es decir, el total de obligaciones con acreedores no residentes– se ubicó en 286.000 millones de dólares, una cifra apenas inferior al pico registrado en 2020, tras el acuerdo con los bonistas privados.
El peso de esta deuda no es solo económico, sino también social y político. El país destina una parte importante de sus ingresos en dólares al pago de intereses y vencimientos, lo que limita la capacidad de inversión en áreas clave como salud, educación o infraestructura. En 2024, por ejemplo, se destinaron más de 15.000 millones de dólares solo al pago de intereses.
Uno de los factores que más preocupa a economistas y analistas es la composición de la deuda: una porción significativa está nominada en moneda extranjera, lo que expone al país a la volatilidad del tipo de cambio y genera presiones adicionales sobre las reservas del BCRA. A esto se suma el compromiso con el Fondo Monetario Internacional (FMI), con quien Argentina mantiene un acuerdo de refinanciación de deuda por más de 45.000 millones de dólares, reestructurado en 2022 pero aún con vencimientos exigentes.
"Cada vez que sube el dólar, la deuda externa en pesos se dispara, y eso tiene un efecto directo en el presupuesto nacional", explica la economista Mariana Salvatierra, de la Universidad de Buenos Aires. "Además, los pagos al FMI condicionan la política económica, limitando el margen de maniobra del gobierno", agrega.
El debate sobre cómo enfrentar la deuda ha vuelto a cobrar fuerza. Mientras algunos sectores proponen una nueva reestructuración, otros insisten en la necesidad de generar superávit fiscal para evitar mayores dependencias externas. El gobierno, por su parte, sostiene que el objetivo es estabilizar la economía para retomar el crecimiento y así poder cumplir con los compromisos asumidos.
En un contexto global incierto, con tasas de interés internacionales en alza y tensiones geopolíticas que afectan los mercados emergentes, Argentina enfrenta el desafío de equilibrar sus cuentas sin profundizar el ajuste sobre la población. Y mientras tanto, los números de la deuda siguen pesando sobre el presente… y el futuro.