![]() |
Con Maximiliano Spada |
Desde diciembre de 2023, cuando Milei asumió la presidencia con una retórica libertaria y antikeynesiana, su administración ha impulsado un programa económico que no deja indiferente a nadie. Las medidas han incluido el cierre del Banco Central como una meta a largo plazo, recortes masivos del gasto público, eliminación de subsidios, despidos en el sector estatal y la liberalización de precios y tarifas. El impacto social, como era previsible, ha sido inmediato: aumentos significativos en la pobreza, caída del consumo y un clima social tenso.
Una economía en transición... ¿hacia dónde?
En términos técnicos, el gobierno ha logrado una baja importante del déficit fiscal primario, y en los últimos meses, la inflación mensual ha mostrado una desaceleración después del pico del 25,5% en diciembre de 2023. A septiembre de 2025, la inflación interanual ronda el 95%, una cifra alta, pero considerablemente menor al 211% con el que cerró el 2023. Sin embargo, la "licuación" del gasto público ha tenido un costo alto: jubilaciones deterioradas, salarios públicos congelados y una fuerte contracción económica.
El PBI ha caído más de un 5% en lo que va del año, y sectores como la construcción, la industria y el comercio minorista se encuentran paralizados. El desempleo ha aumentado y la informalidad sigue creciendo, especialmente entre los más jóvenes.
A su vez, el tipo de cambio oficial se ha mantenido relativamente estable gracias a la política monetaria ultra restrictiva y la acumulación de reservas por parte del Banco Central, pero el dólar paralelo (blue) aún actúa como termómetro de la incertidumbre social y política.
Entre la ortodoxia y la realidad
Los defensores del gobierno aseguran que esta es la única vía posible para evitar una hiperinflación y generar condiciones para una futura estabilidad duradera. Hablan de "dolor necesario" y de la necesidad de "cortar con décadas de populismo económico". Del otro lado, críticos advierten sobre el riesgo de una recesión prolongada, una fractura social profunda y la consolidación de una economía excluyente, donde millones quedan fuera del sistema.
La dolarización, una de las promesas de campaña más repetidas por Milei, aún no ha sido implementada plenamente. Si bien se avanza en esa dirección, los condicionantes técnicos y políticos han demorado su ejecución total. Mientras tanto, el peso sigue siendo la moneda oficial, aunque golpeada por la desconfianza.
El futuro en juego
Argentina se encuentra en una encrucijada. ¿Podrá este modelo económico dar resultados concretos en el mediano plazo y lograr una base sólida para el crecimiento? ¿O estamos frente a una política de ajuste que, sin red de contención social, agravará las desigualdades y profundizará la fragmentación?
La historia económica del país está marcada por ciclos de auge y caída. Esta vez, el gobierno apuesta por romper ese patrón. Sin embargo, sin consensos políticos amplios, sin diálogo social y sin un horizonte claro de inclusión, los números podrán estabilizarse... pero el malestar social podría volverse incontrolable.
Argentina no solo necesita equilibrio fiscal: necesita un proyecto económico y social que contemple crecimiento, empleo digno y justicia distributiva. Solo entonces, la estabilidad será algo más que una ilusión pasajera.