Capítulo 3: Confesiones en el Recreo
Pasaron las semanas y algo cambió. Ya no necesitaban excusas para hablar. Se buscaban con la mirada en clase, se enviaban mensajes hasta tarde, y cada vez que se rozaban los dedos, parecía que el mundo se detenía.
Un viernes, en el recreo, Vero tomó valor. Lo arrastró hasta el patio de atrás, ese rincón olvidado del colegio.
—Me gustás, Maxi —soltó, sin rodeos.
Él no dijo nada al principio. Solo la miró, sorprendido. Después, con una sonrisa que nunca había mostrado antes, respondió:
—Vos también me gustás. Desde antes de que lo supiera.
Ese día se dieron su primer beso, rodeados del sonido de una campana y el perfume de los tilos del patio.